Para mí no es motivo de orgullo anunciar el evangelio, porque lo considero una obligación ineludible. ¡Y ay de mí si no lo anuncio!
Pues bien que anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!
Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!
Si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme, porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciara el evangelio!
Pues bien que anuncio el Evangelio, no tengo por qué gloriarme porque me es impuesta obligación; porque ¡ay de mí si no anunciare el Evangelio!
Porque ſi annunciáre el Euangelio, no tengo porque gloriarme: porque me es impuesta neceſsidad, porque ay de mi ſino annunciáre el Euangelio.
Para mí no es motivo de orgullo anunciar el evangelio, porque lo considero una obligación ineludible. ¡Y ay de mí si no lo anuncio!
Para mí no es motivo de orgullo anunciar el evangelio, porque lo considero una obligación ineludible. ¡Y ay de mí si no lo anuncio!
Pues anunciar el mensaje evangélico no es para mí un motivo de orgullo; es una necesidad que se me impone, ¡y pobre de mí si no lo anunciase!
Porque si predico el evangelio, no tengo nada de qué gloriarme, pues estoy bajo el deber de hacerlo; pues ¡ay de mí si no predico el evangelio!
Porque enseñar la buena noticia de salvación no es motivo para que me llene de orgullo. Es sólo mi obligación. Y pobre de mí si no lo hago.
Pues anunciar el evangelio no es para mí un motivo de orgullo; es una necesidad que se me impone, ¡y pobre de mí si no anuncio el evangelio!
No me enorgullezco de predicar las buenas noticias, porque tengo esa encomienda como una obligación y ¡ay de mí si no anuncio el evangelio!
Porque si predico el evangelio, no tengo nada de qué gloriarme, pues estoy bajo el deber de hacerlo. Pues ¡ay de mí si no predico el evangelio!
Sin embargo, predicar la Buena Noticia no es algo de lo que pueda jactarme. Estoy obligado por Dios a hacerlo. ¡Qué terrible sería para mí si no predicara la Buena Noticia!
Sin embargo, cuando predico el evangelio, no tengo de qué enorgullecerme, ya que estoy bajo la obligación de hacerlo. ¡Ay de mí si no predico el evangelio!
Porque si predico las Buenas Noticias, no tengo alguna razón para sentirme orgulloso, pues tengo la obligación de hacerlo. ¡Ay de mí si no predico las Buenas Noticias!
Porque si anuncio el evangelio, no tengo de qué jactarme, porque me es impuesta necesidad; pues ¡ay de mí si no anuncio el evangelio!
Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué jactarme, porque esa es mi misión insoslayable. ¡Ay de mí si no predico el evangelio!
Pues bien que anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme porque me es impuesta necesidad; y ay de mí si no anunciare el evangelio!
Yo no anuncio la buena noticia de Cristo para sentirme importante. Lo hago porque Dios así me lo ordenó. ¡Y pobre de mí si no lo hago!
Yo no anuncio la buena noticia de Cristo para sentirme importante. Lo hago porque Dios así me lo ordenó. ¡Y pobre de mí si no lo hago!
El versiculo 1 Corintios, 9:16 de La Santa Biblia es algo que nos conviene tener constantemente presente con la finalidad de reflexionar sobre él.Quizás sería acertado cuestionarse ¿Qué intentaba proponernos el Señor con el versículo 1 Corintios, 9:16? ¿En qué coyunturas de nuestra vida cotidiana seremos capaces de poner en práctica lo que hemos alcanzado a saber gracias al versículo 1 Corintios, 9:16 de La Biblia?
El hecho de reflexionar en torno a lo que se refiere el versículo 1 Corintios, 9:16 nos supone una ayuda a ser capaces de acercarnos más al mensaje de Nuestro Señor y a aproximarnos más a Dios, esa es la cuestión por la cual es útil apoyarse en el versículo 1 Corintios, 9:16 cada vez que nos pueda servir de guía para saber en qué forma acturar o para traer el sosiego a nuestros corazones y almas.